Volver, vuelven


Cantaba el poeta que volverán las oscuras golondrinas, y volver, vuelven, cada año. En casa, el primero que ve una dibujada en el cielo da la voz. A la señal de alarma, el resto de la familia acude a los balcones, para indagar en el cielo y descubrir que la primavera iba en serio. Este año, el avistamiento fue temprano, pero el vencejo sorprendido por nuestros ojeadores era un vencejo solitario, en descubierta, de ésos que acuden con prisas, impacientes, al viejo nido. Pero aparte de ese bicho, pocos. Un avión, una golondrina, un par de vencejos, se dibujaban contra el azul del cielo, fugaces, quién sabe si fugitivos, en un visto y no visto. Luego, nada.

Caramba, este año. ¿Por dónde andarán? Mira que si no vuelven...

Hoy, uno de esos días que recuerdan el invierno que fue, alzo la vista por ver si abro el paraguas y veo el gris del cielo salpicado de vencejos. A puñados, a docenas, centenares de vencejos se persiguen y vuelan en lo alto. Son el anuncio del verano, aunque lleguen cargados de lluvias. Volver, vuelven, ya lo decía el poeta.

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