Museos Capitolinos (III)

No importa qué digan los críticos de arte o los catedráticos de estética, es bella, abrumadoramente bella, y tanto me da por qué. En serio, ¿acaso importa? ¡No me vengan con porqués mientras me inclino ante ella! Qué gran misterio, el arte clásico: el cánon del equilibrio, la armonía, la discreción, y la fábrica de diosas bellísimas y arrebatadoras que hicieron enloquecer a Lord Byron, el renco, e hicieron del bonachón de Goethe un tipo perplejo y pusilánime.

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