El gruñón lleva razón

La mayor parte de los entendidos hablan bien de la obra del señor Marsé. A decir de algunos, es uno de los mejores escritores que ha dado Cataluña al mundo. A decir de muchos, Marsé tiene un verbo que dice verdades y no se arruga ante imbéciles. Se ha ganado fama de gruñón por señalar con el dedo donde les pica, y todavía celebramos el trato que brindó a los responsables de la política cultural catalana (un ser en sí para sí que es siendo, que diría Heidegger), aplaudimos cómo dejó al jurado del Premio Planeta (qué gran boutade) y ahora casi lo adoramos por las cosas que le ha dicho al productor de El cónsul de Sodoma, el señor Gómez.

Porque, de ahí viene la reflexión, Marsé conoció en persona a Jaime Gil de Biedma y viendo lo que hacían con su memoria en una mala (perdonen la redundancia) película española, se puso como una moto y comenzó a escupir sapos. El señor Gómez, dolido, se rebotó, y como digo lo que pienso, digo que se rebotó con muy mal perder. Hoy, en El País, Marse vuelve a despacharse a gusto y me inclino a darle toda la razón del mundo. No he visto la película, pero con el anuncio de la misma y leyendo al señor Gómez tengo más que suficiente.

La primera vez, Marsé dijo de la película que era grotesca, ridícula, falsa, inverosímil, sucia, pedante, dirigida por un fallero incompetente y desinformado, mal interpretada, con diálogos deplorables [...] desvergonzada, de título infamante y producida por gente sin escrúpulos [por el señor Gómez, más exactamente]. Esta vez ha añadido que es insoportablemente plasta.

Pobre Gil de Biedma, cómo se ha de ver.

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