Seguramente, un Leonardo


Hasta el momento, habían atribuido el retrato a la fantasía desatada de un romántico alemán del siglo XIX. El cuadro medía 33 por 23 centímetros y el soporte de la pintura no era lienzo, sino pergamino, algo inusual. En 1998, Peter Silverman lo compró por algo más de 18.000 dólares en una subasta de Christie's. Dos años antes, ya se había subastado por una cifra semejante, nadie prestaba demasiada atención a este capricho. Pero Silverman tenía un pálpito: creía que la obra podría valer más que esos 18.000 dólares y se arriesgó a invertir en ella.

Entonces surge en escena Martin Kemp, un profesor de Historia del Arte de la Universidad de Oxford, al que le dio la pájara de vérselas ante un Leonardo. Tuvo suerte o acertó, quién sabe. El trazo era el de un zurdo, los infrarrojos descubrieron señales leonardescas, el carbono 14 dató el pergamino entre 1440 y 1650 y ¡atención! descubrieron una huella dactilar del dedo corazón en una de las esquinas del cuadro. La huella coincide aproximadamente con la huella que dejó Leonardo en el San Girolamo que se conserva en los Museos Vaticanos. Manazas, don Leonardo, pero esa aparente torpeza alegró la vida del profesor Kemp y del señor Silverman. La atribución a Leonardo da Vinci es casi segura.

Tirando por lo bajo, el cuadro vale ahora más de cien millones de euros, es 8.300 veces más caro que cuando Silverman, pálpito in mente, lo compró en Christie's. Pero es bello lo mismo.

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